Los humanos tenemos lo que podemos entender como el sistema inmunológico de la mente, que es un sistema de procesos cognitivos -en su mayoría no conscientes-, que nos ayuda a adaptar nuestra realidad, para sentirnos mejor, explica Gilbert en la charla TED “La asombrosa ciencia de la felicidad”.
Todo comienza con la naturaleza del ser humano, producto de nuestra evolución. Somos la única especie que ha desarrollado la capacidad de crear experiencias en nuestra mente antes de vivirlas. Por poner un ejemplo, no necesitamos probar un helado de hígado y cebolla para saber que no va a ser de nuestro agrado.
En ese sentido todos tenemos la capacidad de crear felicidad, pero no es tan fácil. Muchas veces pensamos que solo “es algo que se encuentra”. Por ello, podemos clasificar la felicidad en dos tipos: natural y sintética.
La felicidad natural es lo que experimentamos cuando obtenemos lo que queremos, y la felicidad sintética es la que creamos a pesar de “no tener lo que queremos”.
Gilbert considera que la felicidad sintética es tan real y duradera como la natural. Eso que nos hace emocionar cuando conseguimos lo que tanto hemos buscado y sus efectos son igualmente beneficiosos para nuestro organismo que aquello que simplemente obtenemos por “aceptación”.
El paradigma de la libertad
El investigador apela a un paradigma de más de 60 años que se conoce como el “paradigma de la libre elección”. Para comprobar su teoría realizó un experimento con un grupo de estudiantes de diferentes perfiles.
El experimento
Durante unos meses dos grupos de estudiantes llevaron un curso de fotografía y, como trabajo final, se les permitió imprimir las dos mejores fotografías que hayan tomado.
A ambos grupos se les indicó que podían quedarse solo con una de las dos fotos y que debían tomar la decisión en ese momento, pero con las siguientes condiciones:
Grupo 1 – decisión reversible: Se le permitió que puedan cambiar la foto hasta antes de los 4 días siguientes, luego del plazo no podrían volver a cambiarla.
Grupo 2 – decisión irreversible: No se le dio alternativa de cambio. Una vez escogida la foto, no había opción para cambiar luego de ese momento.
Los resultados
Pasado unos días se midió el grado de satisfacción con la fotografía que habían escogido y los resultados fueron sorprendentes:
Las conclusiones
Se concluye que la libertad -entendida como la habilidad de tomar decisiones y cambiar de opinión- es amiga de la felicidad natural, pero se convierte en la enemiga de la felicidad sintética, ya que el sistema inmunológico psicológico funciona mejor cuando no tenemos opciones.
Un ejemplo en la vida diaria es la diferencia entre el noviazgo y el matrimonio; cuando estás saliendo con tu pareja y ves que se hurga la nariz en la primera cita, ni siquiera piensas en volver a salir con él/ella. Sin embargo, ¿Qué pasa si estás casad@ con una persona y luego descubres que, por momentos, se hurga la nariz? Te dices a ti mism@: “No importa, no voy a abandonarlo por eso, tiene un corazón de oro. Eso sí, no dejes que toque el pastel!”.
Así es como funciona la felicidad sintética: Encontrar la manera de estar feliz con lo que tienes.
Lo increíble es que este pensamiento no es tan natural. A otro grupo de estudiantes se les dio la opción de pertenecer a uno de dos clases. En la primera, al finalizar el curso, podría cambiar la foto de fin de curso luego de 4 días y en la segunda no. Los resultados fueron igual de sorprendentes:
Sabiendo los resultados del estudio anterior, parece antinatural que las personas decidan por la opción que los hará más infelices.
Poner límites a nuestros deseos y miedos nos hace más felices
Cuando nuestras metas tienen un límite, trabajamos felices. Por el contrario, cuando nuestra ambición está fuera de control solemos mentir, robar, lastimar a otros y sacrificar cosas que tienen un valor real.
De igual forma, cuando hemos podido poner límite a nuestros miedos, somos sabios, cuidadosos, racionales. Si nuestro miedo no está controlado, somos imprudentes, hipócritas y cobardes.
La lección que nos quiere dar Gilbert en la charla es: Nuestros anhelos y preocupaciones son a menudo muy pretenciosos y tendemos a sobrevalorarlos. Es un trabajo arduo cambiar esto pero debemos interiorizar que, en nuestro cerebro, realmente tenemos la capacidad de crear la misma materia prima que recibimos de aquello que estamos constantemente buscando cuando escogemos vivir una experiencia.
Es una forma de afrontar y aceptar lo que nos está pasando, lo que nos permite superar las dificultades y, no solo seguir adelante, sino, ser más felices.